Por ser inviable la vida humana aislada, existe la sociedad, un conjunto de personas cuya unidad se debe a un fin común: la ayuda mutua. Como todos deben colaborar en ese empeño, tal fin se denomina, desde antiguo, bien común, y viene a ser el conjunto de condiciones necesarias para que las personas, las familias y las instituciones puedan lograr su mayor desarrollo.
Ya Platón repetía que no hemos nacido para nosotros únicamente, pues una parte de lo que somos se la debemos a nuestros padres, y otra a las amistades. De forma parecida, los estoicos recordaban que todo cuanto produce la tierra fue creado para el uso de los seres humanos, y los seres humanos para los seres humanos, de manera que puedan servirse todos entre sí. Se entiende así el deber de promover la utilidad común con el mutuo intercambio de obligaciones, dando y recibiendo el fruto de nuestro trabajo y de nuestras facultades.
El bienestar material ha sido siempre considerado como un elemento básico del bien común. Por asegurar el alimento, el vestido y la vivienda, los seres humanos y los pueblos han luchado pacífica o dramáticamente todos los días de su historia, pues el bienestar es para el ser humano una exigencia biológica y psicológica ineludible. Es importante entender que el bienestar no necesita tanto abundancia de recursos como la justa participación de todos los ciudadanos y todas las ciudadanas en ellos.
Otro elemento fundamental del bien común, condición necesaria de la vida social, es la paz. Entendida como concordia voluntaria más que impuesta. No obligada por el temor a la represión. Fruto de la voluntad espontánea de las personas que persiguen in interés común. Sin paz, lo primero que se pierde es el equilibrio persona y social, y el ser humano queda a merced del torbellino de la violencia o de las tensiones sociales. El medo puede ser una forma de violencia, un atentado contra la paz. Se ha señalado agudamente que el indicador más exacto del grado de abuso de poder político no sería la pregunta “¿qué puedo hacer?”, sino justamente la contraria: “¿qué me pueden hacer?”.
El tercer elemento integrante del bien común son los valores. La Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada y proclamada por la ONU en 1948, dice en su artículo 18: “Toda persona tiene derecho a la libertad de pensamiento, de conciencia y de religión”. En estas palabras se nos da la clave de la insuficiencia que manifiestan la paz y el bienestar de cara a la consecución del bien común. Los valores son aquellas cualidades gracias a las cuales existen cosas y acciones buenas: una ley es buena porque protege el valor de la justicia; Sócrates fue bueno porque defendió el valor de la verdad por encima de todo.
(J.R. Ayllón, B. Gutiérrez, M. G. Blasco. Filosofía y Ciudadanía. Editorial Ariel Filosofía. Barcelona. 2019)