El darwinismo social es una concepción del hombre y su vida social que extiende la teoría de la selección natural, de Darwin, al estudio de la sociedad humana. De ese modo, los principios básicos de la teoría de la evolución- competencia por la vida, supervivencia del más apto, desaparición de los más débiles…-, de carácter biológico, se extienden al nivel de lo social.
Elaborada principalmente por Herbert Spencer, contemporáneo de Darwin, tuvo su auge a finales del siglo XIX, y posteriormente recobró su prestigio- perdido principalmente tras la mala fama de las políticas raciales del III Reich, con autores como E.O. Wilson, y su “sociobiología”, o Richard Dawkins, y su “teoría del gen egoísta”. La resurrección de esta teoría coincidió con el ascenso al poder de los gobiernos neoconservadores, principalmente los neoliberales de Margaret Thatcher en el Reino Unido y Ronald Reagan en EE.UU.
El núcleo de la teoría del darwinismo social consiste en un reduccionismo biológico fuerte por el cual las instituciones culturales y los individuos son como organismos biológicos en competencia a muerte unos con otros, ante una constitutiva escasez de recursos que obliga a que los menos aptos tengan que desaparecer. Será con este tipo de criterios como habrá que explicar el comportamiento de los individuos, la moral humana, las costumbres sociales, las instituciones culturales, etc.
Su función ideológica principal consiste, precisamente, en su capacidad para salvar aparentemente la contradicción entre una sociedad que se pretende fundada en la libertad y la igualdad de oportunidades, y la realidad radicalmente desigual de esta misma sociedad.
En el marco de las teorías reduccionistas biológicas y darwinistas sociales se han construido argumentos para explicar y justificar muchas de las desigualdades reales de la sociedad: la desigualdad entre razas, entre sexos, entre clases sociales, etc.
(Grupo Pandora. Filosofía y ciudadanía. 1º bach. Editorial Akal. Madrid 2011)